UNA TRAMPA



UNA TRAMPA


¡Oye, escúchame, de una vez! ¡Ha sucedido algo estupendo! ¡Qué sí, tío! ¡Qué  sí! ¿Te das cuenta? Es maravilloso, por fin podemos hacerlo! ¿Desde luego que te surgen mil dudas, sabes? ¡Pero es la oportunidad que esperábamos! ¡Tú, y yo! Y otros, ¡ésos, aquéllos que han dicho siempre que no tendríamos valor para intentarlo! ¿Recuerdas a Bruhilde, aquél compañero nuestro que murió reventado por un disparo a quemarropa en medio de la cara? ¡Aquél que lloramos fingiendo que no lo hacíamos! ¡ Bruhilde creía, creía ! La causa era lo primordial, eso nos hace grandes, la fe absoluta en que todo puede funcionar cambiando de nuestra mano. Y Chay ¿recuerdas? ¡Pensaba en que todo lo sucedido con nuestro país, había sido una maldita pesadilla de la que conseguiría despertar! Estaba tan seguro que hasta nos hizo dudar de que su charla existencialista no obedecía a la cantidad de hachís que le subvencionaba sus dislates.
Yo pensé, al igual que tú, que alguna razón de ser tendría, para que Hitler alcanzase el podio del ganador. El destino y ésas cosas en las que creen nuestros padres, tan habituados a culpar a los otros de las desgracias propias. Que poco sabía yo de la vida por lo mucho que sé ahora mismo. ¡Vaya, hombre, escucha, que por fin tenemos la oportunidad! Que no se te ocurra derrotarte. ¿Eh?
El caso es que yo estaba en la celda un día, al igual que tú estás ahora mismo, y aparecen dos guardias, ya sabes, el bajito cabrón y el alto panzudo. Me dicen que alguien me espera en la sala y que debo acompañarles. Yo apenas les miré, entiendes, porque, claro, son el enemigo y tal. Nos tratan a patadas y a bofetadas todo el tiempo, que hemos de aprender a no mirarles a los ojos, para que no la tomen con uno. Que luego, jamás hay quién les pare. Malditos estúpidos, que piensan que somos el enemigo, porque nuestro país, ése desconocido que hemos repudiado, es el que nos refrenda como que hemos nacido en esta tierra. Apátrida quisiera haber sido, pero no, oye, que somos alemanes y esto es lo peor que nos ha sucedido.
Continúo, que me disperso por la emoción, que ya te dije alguna vez que soy un poeta sentimental. Un ideólogo prendado de la utopía; eso me rezuma. El caso, abren la reja, esos bastardos londinenses, me alcanzan cada uno por un lado y me conducen por el pasillo de los meados hasta la sala asquerosa dónde no limpian la sangre, que vuela estrellándose en la pared. Allí me meten y me sientan en la silla, frente a un bulto de sombras que no parecía estar vivo, aunque sí. Digo no, porque se mantuvo inmóvil hasta que le dio la gana de hablar. El poder juega con los peones de la peor forma posible.
Y empieza a contarme, amparado por la oscuridad, ganándome terreno a mí, que estaba con el dichoso foco delante de los lagrimales secos. Qué si yo soy lo mejor de mi raza, no de la aria, no, jamás, sino el mejor espécimen de alemán con el cual pudo encontrarse y que me ha estudiado, conoce mi vida y qué malísima suerte que me haya visto envuelto en esta guerra sin sentido. Que sabe que soy, en realidad un héroe, una persona cabal, sincera y valiente. Estoy prisionero porque la vorágine de la historia es así, que fagocita en remolino a los que viven en su proximidad.

Te diré, colega, que jamás pasé por tantas emociones juntas. Se me agolparon la ira del principio, al pensar en que era cierto, que Hitler jamás debió de llegar a ningún sitio, con las ganas de volver a atentar contra él o sus secuaces paliduchos y engreídos. De repente, me veo lleno de una agarradera al pecho y creí que se me salía el corazón por la boca. Pues claro que yo no debía estar en éstas cuatro paredes malolientes, siendo un prisionero de una guerra a la que yo me opusiera desde el principio! Comenzó a decirme que mi novia, que mi madre, que mi hermana, que mi hermano. Que sus necesidades eran acuciantes, ahora que yo estaba recluido. El muy canalla iba perdiendo la sombra y se iluminaba cada vez más hasta permitirle verle en la totalidad su jeta nada aria. Insistió a modo ponzoñoso, que yo, pobre de mí, era el elegido para la misión de más alta nobleza, que… y agárrate, tío ¡me necesitan! ellos, que a saber, que serán todos, o sea, toda la gente de bien, que luche contra los mismos que han devastado nuestra Alemania, convirtiéndola en un lugar que el resto de la humanidad odiará por los siglos y siglos venideros. Alude a la Resistencia y prosigue con un análisis pormenorizado, con nombres y todo, de gente que tú y yo conocemos. ¿Me escuchas? Qué ya están ahí, luchando por esta causa! Por la nuestra!

Así que, me pregunta el tipo, eh? ¿Vas a contestar al deber, al derecho, y a la hombría? ¿Serás voluntario para ésa misión? ¡Yo, que voy a decir, que sí, que sí, que sí! Echa la cabeza hacia atrás y si ríe, como si le hiciese mucha gracia mi rotunda afirmación. Se golpea las palmas de las manos encima de los muslos, como para celebrarlo y le dice a bigotitos y a panzurrón, que ¡eso hay que celebrarlo! Que venga vino, y varias copas para homenajear que ha nacido un valiente que hará por su país lo que debe y lo que quiere. Me augura un futuro prometedor, pues que conoce a fulano y a zutano, y que me los presentará en la próxima jornada.
Oye, Dustin, en serio. Que te levantes del catre. Que no pienses más que nuestra vida no tiene sentido, que cuentan con nosotros, vale? Que solamente con levantar la cabeza y ver mi entusiasmo, olvidarás todo lo malo y creerás en la esperanza. No te derrotes, Dustin. Hazlo por mí, por Chay, por los otros. Por las risas y los buenos ratos que tuvimos que volverán, de alguna forma. O tal vez, por venganza. Por lo que quieras. Pero ven conmigo. Te necesito. Que yo no sé de transportar códigos secretos, cosa que tú eres el mejor en eso, desde la escuela que nadie descubría tus travesuras. Ven conmigo, a mi lado, como siempre. Será fácil, llevamos unos papeles cifrados, los entregamos a la persona asignada y nos volvemos. Me lo asegura el hombre éste, que al final, hasta tiene nombre y todo. Muy amable y colaborador. Es la eficiencia personificada. Estos aliados saben lo que se hacía desde el principio. Que no teníamos escapatoria y que ¡todo irá a mejor!
¡Qué dices que seremos cobayas en una trampa para despistar! Fíate de mí, amigo mío. Sé calar a la gente y no me engañarían así, de esa forma tan burda y absurda.
Cambiaremos el curso de la historia. Seremos héroes y los malos tiempos habrán desaparecido. Desaparecerán. ¿Me crees? ¿Te imaginas lo que será volver a ver a los demás, que ya están ahí, en ésa tesitura? ¡En la Resistencia, oh, qué maravilla! Que orgullo!
¿Qué si desconfío? Pues claro que no desconfío!
Bueno, te cuento el plan, para que veas lo atado que es y lo resolutivo que será: Llegaremos en paracaídas, algo que ya conocemos y tenemos dominado, oyes? Allí seremos dos. Yo contigo, eh? A muerte contigo! Nos encontraremos con ellos y cumpliremos la misión. Organizamos estrategias y todo continuará rodado.
¿La Gestapo? ¿A quién le importa? No nos pillarán porque nos arropan desde aquí, el área de Bremen y los Alpes bávaros. ¡Están comidos por la Resistencia! Eh! Qué lo estamos haciendo! Levántate de ahí, pilla tus cosas y ríete conmigo. ¡Se olvidaron las desgracias y autocompasiones! Que no pueda nadie decirnos jamás, jamás, que somos malos alemanes, o acusarnos de que cometimos asesinatos y crímenes.

Seremos los buenos de este país. Todo gracias a los ingleses, que están creyendo en nosotros, los que presumimos de ser antinazis pero con el peso de ser alemanes. Qué no desconfío, no. Que algo bueno debe salir de todo esto. Déjate llevar. Hay que creer. No nos van a abandonar. No somos humo, no nos utilizan para una trampa, tío. ¡Mírame! Tenemos que estar! Venga!
Seremos los mejores. El orgullo de la raza. Los héroes. Los mejores. Vamos, levántate. Somos ya los mejores. ¡Venga!

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