DE GATOS


 
DE GATOS

“La vida fluye, así que voy a bebérmela toda de un solo trago. Notaré, mientras atraviesa mi garganta, sus distintos relieves. Las aristas, los ángulos, que me arañarán por dentro; las lisuras que suavizarán las cicatrices anterio
res, para infringir nuevas heridas. Tengo en mí ser osteoclastos y osteocitos eternos, filmándose igual que una lámpara de lava.
Es densa la existencia. Te permite aplastarla lo suficiente para colocar tus pies encima, hasta que, aburrida y con ganas de jugar, te voltea, siendo tú el aplastado”

- ¡Maldita sea! ¡Otro gato! ¡Ése no es nuestro gato!
- Es verdad - respondo con tono suave- Lleva viniendo por aquí cerca de una semana.
- No puedo entender que adoptes a todo cuánto bicho que se acerca. ¿A qué aspiras? ¿A ser la loca del barrio?
Me quedo callada. Vale, ahora cogerá una piedra del jardín y saldrá tras el felino para ahuyentarlo. No contento, le tirará otra y quizás otra más. Le persigue con cara furibunda y con los pantalones vaqueros flojos que le dan voluminosidad. Semeja un gigante Goliat, mezclado genética y bíblicamente con un David. Aparto la mirada del espectáculo. Por suerte las ramas de los árboles no me permiten ver adónde ha ido el negro gato que me visitaba.
Me siento en el escalón de piedra. Suspiro. Escondo la cara entre las manos, respiro fuerte. Ya está. Todo controlado. Justo a tiempo; ya vuelve.
- ¿Se puede saber en qué piensas?
Claro que no puedes saberlo.
- En nada.
Ante sus ojos entornados, negros como la suerte del felino, repito. La ansiedad hace un pico en mi gráfica interior. Ten cuidado, susurro dentro de mi cabeza.
- No pienso nada.
- ¡Eso es lo que se te da mejor! No pensar en nada. Tú me colocas problemas y esperas que yo venga a solucionártelos. Voy a esconderte la bolsa de pienso para que no vayas ofertando comida gratis a todo bicho viviente, que pareces un albergue de animales.
Sabe que me encanta tomar el sol por las tardes, sentada en cualquier zona del camino, mirando hacia una carretera que no se llega a ver. No se sienta a mi lado, sino que camina cruzando la entrada, siendo consumido por la puerta de casa.
Un reto. Es decirme sin palabras, ven, te espero dentro aunque te encanta sentir el sol, quiero que dobles tu voluntad y me sigas. El sacrificio que reclama es imposible de obviar, las consecuencias no quiero vivirlas. Me levanto. Entro en la casa, más fresca que afuera, aunque necesito que la frialdad del hombre se disuelva con un calor de cualquier clase.
Me acomodo en el sofá, reparto los almohadones. La cálida televisión ofrece un partido de fútbol, una carrera de coches, una cacería de caimanes, un holocausto gastronómico, una destrucción en global. Reseteo las condiciones apropiadas; tengo el móvil en silencio. No nos molestará nadie que me haga perder el temple. Aunque debo estar atenta para que no parezca que lo he silenciado, la suspicacia vive entre los cojines del sofá. Celebro en mi manto íntimo haber borrado mensajes y literaturas que pudieran ser comprometidas. Soy una guardiana del bienestar a tiempo entero.
Recomponer el mundo de nuevo es cada día más difícil, cuando algo se quiebra, un segundo basta para crear mil horas de perturbadora incertidumbre, en el mejor de los casos. En el peor de ellos, la recomendación ha sido: llama a la policía, huye si puedes. Una vez perdido el autocontrol, ya estará perdida toda oportunidad. Me comienza a dañar la angustia, es frustrante y no me voy a dejar vencer sin luchar. Cállate, le grito a mis tripas, a mi chakra ventral, a mi todo, cállate maldito, ni te atrevas a flaquear.
Las historias no siempre son lo que parecen, a decir de un amigo; pelo cano brillante, sonrisa fantástica y un sitio eterno en el pensamiento, nada, y subrayaba con énfasis la palabra “nada” es lo que parece. Cierto que hablaba con conocimiento de causa, la gente que se coloca al margen de la normalidad legal, sea lo que sea eso, tienen una forma de sabiduría que necesitan expandir a los que alcanzan sus tentáculos. Debilidades humanas. Mis oídos estaban atentos, así la intensidad en mi recuerdo.
Sabes, me repite, que tú eres la culpable de que venga, de que se vaya, suba, baje, me enfade, me intranquilice, rompa mi estabilidad, tú y solo tú. Que lo sepas.
Rabio con la idea pues sé que cruzaré los dedos cada día, cada mañana hasta la noche para que un animal tan insignificante como un gato negro se acerque a mi casa. No rezo porque no soy creyente, sino fiel a la realidad. Cuánto menos piense en ello, mejor.

Empezaré a pintar un óleo, bien grande y vistoso, para que el tiempo pueda volar como ensoñación. o fabricaré un enorme pastel de chocolate y nata, con destino incierto en mis caderas. Puedo coser mil trozos de paños hasta elaborar un saco dónde ocultarme. Entretenerse es fácil en teoría. Estar ocupada.

Hasta otra anotación en el informe médico, iniciada por una espera y sopesada con el pacto de formular estabilidad.

Yo soy la única que puedo chillar sin hacerlo jamás. Una promesa es una promesa; no hay gato negro.

(Una muestra silenciada con seguimiento de trazado)
  — en Durmiendo en una papelera con Susi DelaTorre.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Umm, hay que poner fin a esta situación.

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