Golosinarse, sin más.
Golosinarse, sin más
Es fácil. La miro con
escepticismo manifiesto, es pequeña, transparente y con su mitad color rosa;
una cápsula. Solamente es una medicación suave, me diría el médico de cabecera,
sólo es una ayuda para que puedas relajarte y dormir. Entonces comenzó con su
cantinela de siempre: sabes que dormir ocho horas mínimo es importante, mucho.
En tu caso, resopló por los agujeros de su perfil griego, necesario.
Me aburre mortalmente
este hombre, mejor dicho, me hastía sobremanera escucharlo decirme las mismas
cosas una vez y otra. Repite la segunda tantas y tantas veces que cifrarlo en
finito, sería imposible.
Bien, tengo ya la
cápsula entre la pinza de mis dedos. Desde luego que la necesito, me lo ha
gritado el espejo hoy, lo chillan mis ventanales sucios, dos ojos que se nublan
cada día con más frecuencia y lo susurran mis sesos cuando debo hacer memoria
para alcanzar algo en el estante de arriba de la despensa. Como no puedo leer
el contenido de las latas, tengo que tratar de adivinarlo, resultando que la
mitad de las veces confundo champiñones, formato verde, letras amarillas, con
guisantes, formato verde con letras rojas; puede que me haya quedado daltónico.
Semeja una golosina, de
ésas que les gustan a los niños, así, alargada con color estimulante, que llama
la atención sobre lo dulce y tierna que suele ser la vida cuando la niñez vive
en nosotros y todavía no decidimos empujarla afuera para que se hiele y perezca
en medio de atroces decepciones. Una golosina que haría girar la lengua a su
alrededor, chupando mil jugos desprendidos, licuando tristezas a cambio de unas
buenas caries en el esmaltado provisional de los dientes de leche. Y es que ya
no puedo más. Así me veo, así me ve, así me ven.
Para dormir, para
llegar al sueño en que soy infalible, un héroe. Por agarrarme a ésa posibilidad
utópica que no existe en realidad, pues ella no me deja. Es su oposición la que
corroe mi ánimo, la que desmonta mis puntales, la que socava mis defensas. Me
exige demasiado para un hombre normal. No lo hace con maldad, eso dice, eso
dicen, pero me siento tan desvalido, igual que si me sorprendiera con la
cremallera abierta del pantalón ante un salón lleno de gente y todos se
percataran de ello. Un descuido imperdonable, que diría mucho de mi
personalidad, ya se sabe de los psiquiatras, te miran con una lupa en una mano
y con las pinzas de disección en la otra. Lo que es peor, te arrancan con
quitagrapas la cordura por experimentar, con gran algarabía y sintiendo, ya por
fin, la diversión que les prometieron los manuales estudiados. No quisiera
dormir demasiado, sé que hará todo lo posible por escaparse, olvidando mi
respiración pausada junto con la imagen de la placentera casi muerte. Ella no
se quedaría mirándome dejando que el ambiente bucólico nos invadiera a ambos,
formando la atmósfera de los cuentos en los que los personajes son blanquísimos
algodones o negruzcos tizones. Odia el romanticismo, creo yo que para
deshacerse de mí; le funciona. Está siempre levitando dentro de mi pensamiento
pero no cercana. Qué extraña mujer.
Sentiré alivio si
ingiero esta píldora, aunque su sabor no sea dulce, sino amarga como el ácido
de un fruto pasado, casi amargor. Bueno sería poder descansar sin pensar en
continuar con mi papel de príncipe que llega para salvarla. Poder llorar cuando
tenga ganas, derrotarme en medio del bosque que forman las farolas de su calle,
chillar cuando un tráfico inmenso impida el paso de mi vehículo. Bajar las
persianas y no temer a la oscuridad, a no ver, a no oír. Apagar el teléfono y
dejarme no encontrar, ignorante de noticias, bullas y amores. De sus idas y
venidas. Romper mi armadura en mil pedazos y con el escudo refugio de su
cuerpecito, deshacerlo punto por punto, como si una labor femenina de sus manos
se tratase. Quiero eso, no ser. Que se busque a otro que la defienda de sus
miedos irracionales, de sus travesuras de mujer coqueta, de fragilidades
mentirosas.
Dormir, sí, con la inocencia de no cumplir, de
no importar… dormir…
Comentarios
algo siempre debatible.
Deben existir desordenes en nuestra paz y en nuestra costumbre de reflexionar... cuando dormir se vuelve na tarea.
Alguns veces lo más fácil es tomarse la pastilla.
Lo fácil es útil en estos tiempos.
Veremos si es siempre así...
Buen texto, estupenda reflexión.
Y habilidosa controversia.
Besiños.
Saludos.
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Un abrazo
JROG