ACORDES SUICIDAS
Cada noche. Amontonando la anterior con la posterior, regreso para repetirme. Tanta sucesión de oscuridades acumulo hoy en las roídas solapas que mi cuello abriga, que no me percatara: me muevo en una noche eterna. Mis días giran en ella, se confunden, se superponen amaneceres por levantar mañanas y anocheceres recién acostados los ocasos. Las luces de las farolas en hilera, caminan como yo, ida y vuelta por este puente sobre el río pintado de negro.
Cada noche, desde hace no sé cuantas, mis pasos se ennegrecen para ir al otro lado de la ciudad en sueño, para volver atrás cuando siempre distinta a la anterior, duerme ya.
Siempre quise ser músico. Pero no lo soy. Olvidé serlo.
Vuelvo con los zapatos más desgastados, incrédulos al pisar los adoquines sumisos, permitiendo desgastar mis suelas. Vuelvo también, para qué negarlo, con el alma descolgada, los forros de los bolsillos descosidos, las ojeras pronunciadas. Soy un ser cansado que se derrota, obligándose a desplazar espacios. El hambre, el sueño y la sed; dimensiones que hacen tropezar pero que jamás ayudan empujando hacia el frente. La pobreza ha despertado un ejército de hombres que caminan sin recordar que en la oscuridad nacen, brillantes, las estrellas. Yo formo parte de esa formación de cadáveres cegados, desengañados y tristes. Sumidos en la contemplación cabizbaja, de nuestros calzados.
El cansancio hermanado con el hambre, igual que los bordes de un periódico manoseado, está mordido por el tiempo. Preciso un descanso para mi ardorosa frente. Mis manos necesitan asirse a la barandilla de este puente. Siento la frialdad de la piedra, precursora de la brisa ascendida desde la superficie del río. Las aguas reflejan mis melancolías internas, dándose a nuevas inundaciones y a antiguos reproches. Tal vez debería poner fin, con el poder de cancelar, finiquitando la cuenta pendiente con la vida. Decir, entonando en susurros “adiós muchachos, compañeros inexistentes…” calmando deberes y deudas.
Una vez quise ser músico. Saxofonista. Apenas lo recuerdo.
Jamás he tenido un saxofón entre los dedos. Solamente aire.
Fue entonces cuando la escuché. Quiero decir que la escuché DE VERDAD. Voz áspera, desgarrada y eterna. Capaz de izarse desde la nada hasta el todo. Me rodeaba, vistiéndome con su cálido cuerpo.
Era música. Sólida, envolventemente tímida, descaradamente disgregada, con acordes nítidos y modelado artístico, con tono de intuida partitura. Era música, notas sonoras capaces de comprender, de desdichar llorares, de reír felicidades, de ondear espíritus invisibles tras el pendular segundero de la vida. Concierto volador que nace desde el corazón y se metamorfosea en los que lo convierten en propiedad. No necesité poner rostro al artista. Cada noche, retornando hacia un cuarto sin calor y un frío camastro, escuchaba aquella voz instrumental que tomándome de la mano, mientras cruzaba una y otra vez el mismo camino hacia la ciudad; afinaba mi desacompasado discurrir.
Era una canción profunda y grave; triste y melancólica; sencilla y compleja. Era también reflejo de mi sentir, del desánimo de mis huellas, encuentro casual conmigo mismo en cualquier esquina. Decían que un desconocido tocaba el saxofón en aquellas noches urgentes, amparado por el misterio y la infinidad de sombras. Comentaban que era un alma errante, una tiniebla humana que alguien viera lanzarse desde la balaustrada de piedra. Rasgando la quietud engañosa de las aguas, a lo largo de los años. Siempre la misma historia, distinta figura y siempre semejante suicidio. La gente olía la desesperación en la celosía divisoria de los márgenes de la muerte. Intenté asomarme por ver la línea de flotación en uno de los pilares, mas fue imposible. Pensé en desdibujar mi infortunio, venciendo la altura de la frontera. Deseé no pensar.
Algo sucedió. Me sentí sin fuerzas. Perdí el aliento. Las piernas se negaron a sostener el pesado chaquetón que hundía mis hombros, igual que un destino insoportable, sin abrigarme nunca lo suficiente.
Creo que me desmayé. No lo sé. No lo sabré jamás. Pensé en el saxofonista.
Mis párpados se abrieron, tamizando desde la negrura hasta la iluminación tacaña de las farolas. Continuaba entre los dos extremos del pasadero. Aquella canción seguía sonando. Ante mí, la figura de un hombre encogido, con hombros vencidos. Demasiado parecido a mí para no serlo. Me desconcertó el verlo desde el lado contrario del que recordaba en el anterior lapso temporal. Dentro y fuera de él. Observando sus pensamientos, conocedor del inminente movimiento que le haría entrar en un reino desconocido, pero deseado. Allí permanecí, con bolsillos rotos, pelo revuelto, demasiado largo, demasiado encanecido, agarrado al borde, enfrentado a la profundidad del hambriento caudal. Conocía lo que sucedería y mientras lo pensaba, la escena se volvió real: me asomé, se asomó, el que era yo; perdió el equilibrio cayendo hacia la boca devoradora de las acechantes aguas. No oí gritar a nadie, pero sí algo alteró la melodía.
Un acorde, dos, tres. Silencio en partitura de aire. Cayeron armoniosos; bajé la vista hacia mis manos. Entre ellas, un saxofón brillaba con algún reflejo mate. Mis dedos, perfectamente colocados se movían sin mi voluntad, con el latir de los pasos de los transeúntes. Insuflé aliento sin tener la certeza de poseer albergantes pulmones de viento. Incliné mi espalda elevando mi soplar hacia el estrellado cielo. El paisaje empedrado, con su rumor de río, con sus luces insuficientes, continuó ante mí. Se perdieran tres acordes y la vida de un hombre. Pero naciera un relevo para la leyenda, naciera un saxofonista. El que siempre aspiré a ser.
Inmortalmente, la música acompañó a la noche. Yo también…
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Comentarios
Es muy grande tu narración.
Los tuyos son cortos, pero llevan daga incorporada. La clavas y la retuerces en las entrañas. No das apenas el respiro de una sonrisa.
Menos mal que "...era música, notas sonoras capaces de comprender, de desdichar llorares, de reir felicidades..."
Bicos.
Hermosa.
Precioso y envolvente :)
abrazo
Por suerte, para mí ha resultado ser un relato calido y espléndido.
Un abrazo, y sigue así.
(He llegado a pensar, por un momento, que de esas negras aguas saldría una misteriosa sirena… no sé, cosas mías). ;)
Habrá quien escriba mejor, no lo sé, será cuestión de gustos, pero como tú lo haces seguro que no. Con tu escritura se disfruta muchísimo, supongo que tú, Susi Dela Torre, lo harás escribiendo.
Un saludo.
¿Lo recuerdas? Seguramente no, debo reconocer que yo tampoco lo recuerdo pero me sigo a asomando a tu papelera para leer y releer lo que en ella dejas y me sigues sorprendiendo una y otra vez.
Me envuelves con tus acordes(pero no suicidas), acordes que apetece escucharlos una y otra vez.
Un aplauso, me has enganchado del primer al último acorde, hoy y siempre.
Biquiños meigos.
Tu personaje vive tristemente, pero en el fondo tiene ese sueño tambien y al final lo logra aunque solo sea con su imaginacion.
Redactas muy bien y creo que tienes que explotar este filón que te ha dado tu inteligencia, bien sumando estas pequeñas historias cortas o bien metiéndote de lleno en una larga novela. Triunfarás.
Cariños
Me gusta saberte, otra vez, todas las veces, por aquí. Es un placer, entre letras a modo de bastidores, ver la función que escribes, que representas sobre el folio catódico... para nosotros.
Tu atmósfera que a veces asfixia, otras redime... y siempre, sí, envuelve de manera cálida, dolorosa, cálida...
Felicidades por las letras acordadas, y por los acordes letrados.
Un abrazo
Mario
para un cuerpo suicida,
ni aunque estuvieses metida dentro de su misma alma no hubieras definido mejor lo
que siente un ser humano
al borde del abismo.
Excelente.
Unha morea de bicos.
En fin... que eso es lo que entiendo... pero aunque no lo copiscara del todo, has de saber que cada estrofa es puro arte de escribir, y que desmenuzado también es hermoso.
Biquiños.
...te aplaudo
Mi agradecimiento sincero por vuestros comentarios, que me han producido un refuerzo a la tarea que más me gusta: escribir.
Un grandísimo abrazo a todos!
A mi me encantaría saber escribir partituras.
un placer pasar a leerte.
que tengas un feliz fin de semana.
un abrazo.
Queda gente así?
Espero que en el más allá disfrute de buena música.
Igual si.
Besos.
Un abrazo grande.
Un pequeño lujo.
Este relato del saxofonista suicida que no lo era está cargado de imágenes sugerentes. A pesar del frío y la muerte. A pesar de los deseos no cumplidos. A pesar de la tristeza que lo sobrevuela, es una pequeña joya.
Un saludo.
Magnífico.
Un gran saludo!
Impresionante forma de escribir, transmitir el sentimiento y dolor comparado con la voz de una cantante de jaza y un músico mientras toca y suena el saxofón. Describir las emociones turbulentas, confusas y oscuras que inundan su mente. Un personaje atormentado, donde el color de las estrellas se vuelve opaco...
Me encantó. Realmente siento una gran admiración por tu modo de escribir.
Un saludo.
vocifera la rutina inmutable del lacayo,
deambula sin avanzar
y con la mirada
llena de una laconia espesa que agrede al aire,
avanza a diario mi estómago
hacia la panadería
como si nada pasara.
anuar iván.
Un saludo.
A veces me cuelgo en un alambre para que el sol me seque.
Tienes talento!
Un abrazo!
Saludos y un abrazo.
Un abrazo Susi
La Rubia
Bienvenidos siempre, a los nuevos seguidores y a los que ya conozco algo más...
¡Mis mejores deseos para tod@s!
Así es, algo me sucedió.
Esas frases cortas pero tan importantes me hacen sentir identificada.
Un fuerte abrazo