Pincelando...latigazos.
Latigazos pincelados
No sé si quiero, puedo, debo; incluso si me dejan. El mundo es un juez maldito aunque ya te juzgue severamente la vida. Con su caminar incesante, muestra lo endeble que es su decorado. Sospecho que nadie me disculpará; necesitan buscar algún culpable para descargar su ira, su furia. Y su impotencia, también su parte de responsabilidad, que la tienen. Todos. Yo también. Asumo aquella que me reconozco. Observo el reptar pesado de mis zapatillas de cuadros. Es calzado de viejo gastado. Me conducen hacia el estudio, donde los lienzos se amontonan contra la pared, igual que los contrafuertes de una iglesia descargan el peso desbordado de sus muros, hacia terrenos firmes, seguros, paternales. Aquí suceden mis tardes, mis mañanas y la mayoría de mis noches. Suspiro, admitiendo entre silencios, que estoy en mi habitación del olvido. La utilizo para eso: olvidar mientras los recuerdos me queman el interior. Impregno el pincel en un charco azul y después lo deslizo, con pulso catastrófico, movedizo como las arenas viajeras de una duna, sobre el blanco lienzo, que se somete a mis embestidas pictóricas de viejo, carente de todas luces. Apenas distingo contornos, pero los colores se duelen, deformes, agónicos, alterando las realidades cuando quiero retratarlas. Más no me importa el resultado desolador que construyo; soy infinito en terrores.
Mi hija siempre repite que debo abandonar la pintura. Quizás se avergüenza de su padre, del artista que ya no existe. Tal vez desea decorar un nuevo estudio. Tiene razón en que no soy el de antes, mi cuerpo ha perdido el pulso firme y la vista intrépida, habilidosa en mezclar colores con tonos y sentimientos entre óleos espatulados. Pero desconoce el porqué de mis descargas impetuosas. Ignora que necesito luchar contra el pasado, contra mí mismo, contra aquello que me atormenta día, tarde y todas las noches, aunque sea inútilmente. Repite que invento espantos, obras dignas de un loco, que los colores no son los adecuados, que he perdido la noción de la estética, que debo renunciar de acumular telas caóticas, que no tiene sitio ni lugar en su casa para denominar artista quién ya no lo es.
Hay una veladura sobre sus ojos, la que sufren los decepcionados. Tampoco tengo ansias por abrirle la parte de mí que no conoce.
Yo me descargo, en cada pincelada, en cada recuerdo, en cada redondez, en cada sombreado. Me convierto en huracán, ante la extensión que colmaré de golpes de color, de siluetas sinuosas, de guerreros agazapados, de heridas desgarradas y de lágrimas gritadas. El rojo sangre me llega a cegar. Ya no busco el arte, sé que no existe en este mundo oscuro y perverso. No pinto con delicadeza. La he perdido, lo mismo que la esperanza, que la inocencia, que mi fe en la justicia, divina o humana. Los tristes sienas son recuerdos silenciados, los pasionales rojos son evocaciones gritadas, los blancos son vacías insensateces y los negros son mis temores, que han convertido en gigantes los titulares de los periódicos. Busco mi redención en medio de la esencia de trementina, de los óleos despanzurrados, en sus tóxicos cuerpos, en adictivas inhalaciones. Llego hasta el mareo, hasta la caída, hasta el traspié. A veces lloro, porque soy viejo, porque abandonaré el mundo sin dejarlo mejor de lo que lo encontré. Al contrario, mucho peor, quizás gracias a mi intervención estelar, esa que no supe reconocer, cuando pronuncié mis frases del guión escrito. No creo en el destino, todo sucedió por algo, pero yo incliné la balanza, de eso no hay duda.
El origen de mis agónicas torturas, dormitaba cuando mi pulso se creía invencible, lleno de poder mi cuerpo y colmada de eternidades mi mente. Fue en los primeros reconocimientos de mi arte. Mis pinturas tenían éxito, ahora sé, más debido al cargo que ostentaba mi padre que por ellas mismas, pero no hay mayor ceguera que la juventud, que se cree el ombligo del universo. Me veía el único y nuevo talento de todo el orbe. Nadie derribaría mi buena posición, a la vez que fui haciéndome un hueco entre la alta sociedad, sin coletillas familiares en las presentaciones. Vi mis obras expuestas y halagadas en palacetes que celebraban fiestas derrochadoras y pantagruélicas. Las mujeres eran para mí aquellos regalos que uno aprendía a presuponer y a despreciar, razonamiento alimentado sin duda, de la cantidad y el revoloteo, junto a cierto orgullo de soltero adicto a la mala fama, lo que era un sinsentido para atraer más, si cabe, a faldas ansiosas por mostrar sus interiores.
Cuando me ofrecieron el puesto de profesor de pintura en la Escuela de Bellas Artes de Viena, ya había dilapidado la mayoría de la fortuna familiar, pues mi padre falleciera de una larga y costosa enfermedad, la venta de mis cuadros no llegaba para mantener mi alto coste de vida. Fue mi salvación para encontrar un poco de tristeza, que era lo que necesitaba, incluso con las reflexiones amargas que me sucedían en cuanto callaba el ruido exterior.
Las mujeres, excuso decirlo, se esfumaron. Todas, menos una. La que se quedó sufrió la peor parte de mi mal carácter; aunque recibió mi agradecimiento eterno y dos hijos, que la quisieron como debían de hacerlo. Por suerte, fui capaz de no amarla jamás, el amor es dañino y pernicioso, destruye, asola, derrota, aniquila y se vuelve nada, transformándote en cenizas. Una antesala de la muerte.
Me he preguntado muchas veces, demasiadas, incesante, sin tregua, el porqué denegué la entrada de aquel chico en la Escuela. No fue por su vestimenta bohemia y sus portes de señorito orgulloso. Incluso daba el tipo atormentado de futuro artista muerto de hambre. Tampoco fue por sus orígenes judíos, yo mismo los comparto. (Ahora sé que toda mi vida, mi sentido de ser, de estar, no obedeció a otra razón, que negar en aquel instante). No, la realidad era que en mí había nacido el deseo de una revolución artística, la emergencia de un algo en la pintura que sobresaliera, que fuera desconocido, y, ante la dificultad de crearlo yo mismo lo buscaba en los nuevos talentos que intentaban ingresar entre nuestras filas.
Cuando me enseñó sus obras, pese a la opinión del resto de los enseñantes, con las manos llenas de recomendaciones, negué en redondo darle la posibilidad. No eran sus cuadros lo que yo esperaba, ni su técnica brillaba sobre el artista común. Entiéndase, podría ganarse la vida a costa de sus pinceles, de sus apagados colores, con desdibujadas figuras humanas, no era esa mi intención. Rechacé sus dibujos con un gesto no demasiado amistoso, lo que llevó a malas interpretaciones, atribuyéndose después a antisemitismo o incluso a desobediencia al Régimen. Recuerdo su mirada vengativa y cruel. Allí dentro un asesino pugnaba por salir. Fui yo el que le di la excusa para hacerlo. Ahora, mi hijo, con mi mismo nombre y apellido, es el que lo sufre, junto con nosotros, que lo sabemos abocado a una venganza absurda.
Miro a través de la ventana de este país, que no recuerdo acogedor para mí y los míos, mi hija y mis nietos. Los pocos que hemos podido escapar. Vivir en el exilio es duro cuando uno siente que ha quedado prendido el pasado de otro país, en dónde ha dejado su verdadera historia. Allí mora bajo tierra mi esposa, a la que jamás debí sobrevivir.
No dejo de preguntarme si la historia hubiera cambiado de no haber sido yo y mi cabezonería purista, el causante de escribir el destino. Aquel chico llamado después a la política y a la guerra, al genocidio y al asesinato, no hubiese hecho tanto mal al mundo garrapateando telas sombreadas y presumiendo con y del hambre. Mi hijo seguiría con un futuro, estaríamos mi familia, yo en mi país, con mi empleo que tuve que abandonar bajo las armas de los nazis. El arte no hubiera sido esquilmado vilmente.
Nadie hubiese derrotado la fe de los hombres en sus semejantes. Nada tan horrible como lo que ha sucedido, sucede e irá sucediendo. La historia es lo que intento cambiar a latigazos mediante pinturas de colores imposibles, de brochazos famélicos de justicia y redención. La mía propia.
Perdonadme!
Hoy sólo soy un viejo en zapatillas.
Grito al mundo, a la historia, a los que sobreviven.
Perdonadme…
Hitler solamente hubiese pintado con abandono las calles, sobreviviendo, soñando con otro mundo a su medida, pero sin tener la posibilidad de cumplir sus locos sueños. Que son mis pesadillas.
Perdonadme, de nuevo… !
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Comentarios
Muy bien desarrollada.
Gracias por tu amable comentario, kapasulina!
Menos mal, que practico agnosis.
Un beso.
Un abrazo
Un beso.
Hoy día 6 de agosto celebran en Japón, el tétrico aniversario del bombardeo de Hiroshima por parte de los americanos (mira la que liaste).
La historia necesita de actores para poder representase y los que sobreviven son los únicos que la pueden contar.
Una narración estupenda. Un abrazo.
Porque los recuerdos, si no son tus aliados, duelen, queman y matan de frío. Y nos ponemos a contar y a desdibujar lienzos mirando atrás. Al final habitamos una galería de frescos derrotistas, o no, quién sabe...
Porque cada vez que te leo, recorro viejos pasillos de biblióteca. Porque cada vez que te leo, visito una galería donde los cuadros son el diario inacabado de un artista.
Porque tus historias son sobrecogedoras. Me quedo en tu salón de arte, admirando cada una de las letras que alumbran este lienzo catódico, cuadriforme y apantallado.
Felicidades.
Mario
UN BESO INFLAMADO DE ORO...
con brochazos de justicia y redención, no creo que su decisión hubiera cambiado al político y al curso de la historia,la maldad anidaban en la ambición y en las ansias de poder de Hitler.
Un gran relato basado en
la realidad del fascismo.
Besos y abrazos
sobreviven.
Habrá que inventar algo!
Un abrazo enorme y sensitivo, JoséAlfonso!!
JoseLop... que bueno que me visites!
Sí, también emborrono instantes.
(malamente)
Una pincelada de "Saludos", Sakkarah!
La historia se muestra, sí, al igual que la negrura del alma humana, pero su esfuerzo y su coste son demasiado inmensos.
Desdichado hombre... atormentándose inútilmente, será cosa de la vejez... que altera la percepción de las vivencias pasadas.
Menuda lié... Rapanuy!!
Que estés disfrutando de un verano dichoso y lleno de momentos para el recuerdo.
Cuídate y buena noche.
Besos.
Estoy seguro de que Hitler estaba predestinado a ser un aniquilador de almas, y no un pintor bohemio.
Pero entiendo el dilema en forma de losa que soporta el protagonista de tu relato.
Felicidades.
Y enormes felicidades por tu relato publicado en "La voz de Galicia", para quienes deseen leerlo (os aseguro que vale la pena) el link es:
http://www.lavozdegalicia.com/relatos/2010/08/02/0003_8644695.htm
Espero que no te moleste que les habra la lectura a los demás comentaristas, y que puedan votarte.
Besiños.
Me ha gustado mucho.
saludos.
Cambie de musa, si puede. Ilustre cuentos infantiles, recree latas de sopas o embellezca salones con imágenes vacías, pero no pida perdón. No lo tiene.
D.
Eres un ser incapaz de no percibir todos los matices!
Saludos.
Cada uno de nosotros también tenemos un punto de inflexión en el cual, elegimos o nos sucede... un camino que seguimos hasta la duda en la elección.
Una piedra angular que disecciona nuestra propia historia. Algunas veces, a algunas personas les hace girar eternamente sobre ése eje...
Besiños y abrazos presenciales, Marisa!
También un verano increíble para tí, Alberto!
y por el enlace con mi relato
" paralelo" en La Voz de Galicia.
Los amigos de café y letras,
( Café Moderno, Pontevedra ) es lo que tenemos! Nos lo chivamos todo!
Abrazos!
Menos mal que éste personaje podía contar con sus lienzos!
Muchos saludos, lemaki,
buen verano!
Iré a la voz de galicia a leer tu relato.
Felicidades querida escritora.
Un abrazo Lasosita.
Puede ser.
También, puedo pensar que cada persona se motiva en su arte con diferentes estados de ánimo. No vaya a ser... ( que hagan de su vida un desastre ,a propósito, para lograr esos momentos alucinantes )
;)
Aunque algo extremo... debe de tener el momento creativo.
Dejo de divagar, Daniel, mil saludos un poco... extremos!
Tú sí que entiendes de colores y matices!
Otro abrazo, poetisa!
UN BESO DE SEDUCCIÓN SEDUCIDA...
nos vemos pronto, mientras te dejo un abrazo :)
En efecto, muchas veces aquello que prensaste que te iba a producir un placer acaba desesperandote. Pero tiene una buena conclusión y es que descargas tus maslos humnores contra la tela que emborronas, como el escritor contra pe papel en que nva colocando letra a letra hasta conseguir palabras y conceptos.
De todas maneras, su buscar en la parte positiva de las cosas piensa en Munch entre losw pintores y en Baudeleaire entre los escritores. Se que son excepciones, pero yo me apunto a ellas.
Muy buen relato, muy bien pensado y muy bien expresado.
Un beso que llegue hasta tu Isla Misteriosa de mi costa gallega.
Saludos y un abrazo.
Felicitaciones!
Un abrazo.
recibe toda mi gratitud por tus exclamaciones.
(Nadie las utiliza mejor que tú)
Saludos dorados y verdes!
Y bienvenida, por partida doble, MariluzGH!
sin duda hay que buscar siempre la parte positiva de los sucesos, sean lo desgraciados y tristes que sean.
Me ha llegado el beso.
Te envío contestación!
Gracias por tu amable comentario, Sonrisa de Hiperión.
muchas gracias por leerlo tan atentamente. El personaje también te lo agradece...
Un saludiño!
Gracias por tus palabras, a mi me hizo muchísima ilusión que me lo publicaran. GRACIAS por pasearte siempre por mi blog y dejar hermosas palabras
un besoo muuy fuerte desde la costa
sara
Buen relato.
un viejo pintor y sus encores, amores y remordimientos van desfilando en un relato que no tiene desperdicio.
mariarosa
Me ha gustado mucho encontrarte por los " Relatos de verán" de
"La Voz de Galicia"
emocionante historia de afán y constancia.
Un montón de saludos tintados
y mi felicitación, niña gallega!
Saludos, Sue!
Gracias, de corazón.
Un saludo cordial y un abrazo.
Excelente historia, dando pinceladas poco a poco para que no se engrume la pintura.
Saludos
Y verte por aquí,¡todo un lujo!
¡Todo por crear!
Has llegado con una buena guía...
¡Bravo! ha sido todo un placer "caer" en tu papelera
abrazos desde el sur