Os veo...
Os veo... Sí…. En poco tiempo, ocupareis la totalidad de la calle. Desde la primera esquina hasta aquí, el recorrido os ha llevado media hora. Comenzando a situaros bajo los semáforos, que iluminan pasos de peatones vacíos, continuando imperturbables con su trabajo, luces intermitentes sin receptores ni nadie que les obedezca. Os veo ante mí, cada vez más juntos, más organizados, testosterónicos, animados y violentos.
¡Malditos chicos! ¡Imberbes y estúpidos críos!
Os escondeis tras algún pasamontañas. Bocas y dientes mientras lanzais rugidos. No baraja vuestra mente el detener vuestro avance, ni los gritos que exhibis… insolentes.
¡Qué poco cerebro dentro del cráneo!
¿Para eso tanto esfuerzo? Nos exigimos a nosotros mismos para lograr criaros lo mejor posible. Os enseñamos a andar, a caminar, a pintar soles de colores, a reíros felices cuando creamos una fiesta infantil de cumpleaños… ¿para esto?
Para que persiga la gana de mataros y matarnos, si es posible. Doble intención, no excluyente en necesidad.
Vociferan las gargantas, ensordeciendo la conciencia que comenzaba a surgir dentro de vosotros. Ignorantes a la realidad, manipulados por vuestra poca edad y desaforado empuje. Incontrolables. Salvajes, imparables.
Guerreros en este trozo de ciudad, ganando centímetro a centímetro un palmo de sinrazón, devorando asfalto tal fuese carbón azucarado de vuestra infancia, no tan lejana.
Apenas os reconoceis los unos a los otros. En seguida algún lider os convenció de que vuestro sino era unir a los mejores compañeros de lucha, simbióticos, elegidos, los más leales. Señalaron que los malos, índices en ristre, el grupo a quienes machacar somos nosotros. Os han engañado. Os han mentido. Hay otras formas de luchar que no son ésta. Llegais en grupos pequeños, con pañoletas adiestradas en ocultar identidades, de cinco o seis, con bolsillos abultados, llenos de proyectiles que nos están destinados. Con la esperanza que alguno nos abra la cabeza en dos. Para vosotros y para ellos, una victoria.
La primera sangre enemiga, brindada con los amigos. Hasta que, por una luz de raciocinio, os avergonzareis de este día y… calleis. Pretendiendo olvido en el silencio.
Podeis ser unos amigos que se juntan en una acera para acercarse a tomar ociosos vinos, en el barrio antiguo de cualquier ciudad pétrea llena de historia y mimada por la calidez de lo añejo y verdadero; pero no, os llaman más los remolineos con manos culpables y nerviosas dentro de los pantalones, dentro de los macutos que cruzan vuestros pechos lampiños, apenas creados, dentro de bocas que consumen uñas de pura impaciencia.
Restos de ilusión que aún se deben gastar… y no sólo hoy ante nosotros, sino con el desgaste natural del camino de la vida. De las acumulaciones interiores, menos quedará al ocaso. Hasta el agotamiento total y escéptico. Teneis todo que perder todavía. A nosotros, nos queda menos.
Vienen más compinches que adornan los bajos de los edificios, planeando hacia qué lado de la calle serán empujados los incendiarios contenedores después de prenderles fuego. Los coches que han quedado aparcados, no se moverán más. Nadie vendrá a retirarlos.
Este paisaje urbano es la boca de un lobo hambriento de trifulcas, de violencia, de persecución y de golpes. Ahí entro yo. El actor que no desea salir a escena. Parapetado bajo un casco, un escudo, un uniforme. Ayer todavía era como vosotros y hoy no deseo ser ni yo, ni tampoco estar en vuestra piel. Quisiera estar en otro sitio, pero soy un refuerzo, uno de los hombres de combate, un antidisturbios que debe poner orden en medio de vuestra desorientación. Adiestrado para dar mamporros y sacudir sobre cuerpos casi infantiles, pero con capacidad de matar, herir y cometer atrocidades de adultos.
Sacais una pancarta, grande, con letras enormes, gritando al mundo la razón que teneis. En realidad, unas simples sábanas blancas, pintadas con brochazos gruesos sobre algún bordado. Alguna madre que hiló cariño a vuestros sueños.
Pero para vosotros la necesidad crece más, es preciso ser héroes ante el espejo. Mis costados rozan los cuerpos de mis compañeros. Estamos agrupados. Somos los antiviolencia, lo que es un sin sentido. Devorar es vuestro objetivo inmediato, al silencio inicial de la calle. No convirtais una manifestación en debacle de pelotas de goma, fuego y sangre. No vengais a por nosotros, atacando. No podemos fallar. Somos unos contra otros. Pensadnos, obligados a luchar sin ganas de hacerlo, sin motivación. No es fácil, enfundarse en este traje y tratar de dejaros hechos unos zorros antes de volver a casa a cenar. Tengo compañeros que se autolesionan para olvidarse en su dolor de cada golpe que descargan. Otros procuran tener una música dentro de su cabeza para no oir los gritos que emiten vuestras heridas. Tenemos hijos como vosotros.
Comienzan las piedras a rasgar el aire entre los bandos enfrentados, siempre… vosotros y nosotros. ¡Críos! ¡Sois unos descerebrados que no teneis ni puta idea de cómo va esto! Ojos asustados sobre trapos y yo delante de esos ojos, tan frágil como lo sois en este instante, pero con la diferencia, que yo os tengo que vapulear, hasta la extenuación. Yo, ante vosotros, más sabio pero más frustrado ante mi deber. Os contemplo mientras os acercais… y mis ruegos se pierden como en la bóveda de una iglesia… ¡No lo hagais! ¡Venga!. Dad otra vuelta a la manzana y pensarlo de nuevo. Por allí hay unos locales dónde los cubatas están cojonudos y a mitad de precio. El dueño es un crak preparando bocatas de jamón y podeis ver los partidos de fútbol en pantalla gigante, con sonido envolvente y todo eso que os mola. ¿Sabéis que es dónde van las chicas antes de ir a dónde quiera que vayan? O iros a casa de los colegas, a jugar con la “play”, no es mejor que os acerqueis con piedras en la mano, sin escuchar este ruego que dirijo para no mancillar el arrebolamiento de vuestras mejillas, tan poco tiempo afeitadas. Tan crédulas pero carentes de hombría.
¡Venga, chicos dejadlo ya!
Quiero irme a mi casa… Hasta os invitaría.
Esto va a dolerme al igual que a vosotros...
Comentarios
Un beso.
Para despertar su organizarse en violencia sólo hubo que darles permiso de ser violentos.
Que no me digan luego que siempre son valientes y soñadores los aguerridos que defienden su causa por la fuerza.
Somos primero energúmenos, luego encontramos motivos para justificarnos.
D.
Saludos
Excelente, tu historia, excelente, la mires por donde la mires!
Un saludo lleno de admiración!
De hecho a pequeña escala ya ha ocurrido, el ejército simbiótico de liberación ha existido y contaba entre sus filas con Patty Hearst, hija de un magnate norteamericano.
Y digo que cualquier día ocurrirá de verdad y a gran escala porque nos estamos cargando todo, principalmente el planeta, y eso el sistema no lo va a arreglar, sería como suicidarse.
Tendrá que ser una revolución.
Besos.
Feliz martes
Me ha llenado de curiosidad tu dato, Toro Salvaje. Patricia Hearst o Tania, tuvo una vida de novela pero siempre la conocí como ejemplo del " Síndrome de Estocolmo". He averiguado que no es exacto, fue sometida a torturas, vejaciones y a coacción mental extrema.
El grupo autodenominado revolucionario, "Ejército de Liberación Simbionés" (ELS )denostaba al régimen exigiendo que la opulenta familia Hearst, cuyo jefe era presidente de Hearst y editor del San Francisco Examiner, usara sus millones para dar de comer a los pobres.Pronto se escucharía a Patty Hearst en cintas grabadas en las que denunciaba a sus padres, autodefiniéndose como GUERRILLERA URBANA.
Aunque tuvo oportunidades no volvió a su casa, hasta que fue capturada y juzgada. El presidente Carter le conmutó la pena.
Una historia real digna de contarse:
http://www.clarin.com/diario/1999/02/05/e-04401d.htm
Aunque no era mi intención del relato, que quería dar humanidad a unos enfrentamientos que podemos ver todos los días en las calles de cualquier país.
Un saludo y mi agradecimiento!
Original, distinta a todo, dura, con una reivindicación que se escapa, no de las pancartas, sino precisamente de quien tiene el deber pero no el deseo de acallarlas.
Buena historia, que me paseó desde el principio por la duda ante lo que querías contarnos.
Bicos.
Pero sabes desprenderla de los hechos que se proyectan como sombras, y hundirte sin más en los motivos que los propiciarían o no.
Me resulta sobrecogedor saber que en ocasiones las cosas más horribles suceden por impulsos mal afianzados.
Tus relatos siempre tienen su efecto revulsivo, porque los extiendes muy bien... y después fermenta en ellos la levadura de los principios.
Siempre es un verdadero placer asomarse a este fabuloso rincón de letras y pensares.
Tus temáticas son de lo más variopinto.
Y siempre excelsamente tocados.
Mil biquiños.
Un abrazo.
ABrazos.....
Pero tu relato es maravilloso porque se aparta de las razones para instalarse en un pensamiento básico y antagónico: dos hermanos que se enfrentan, aún siendo ambos víctimas del mismo sistema, cuando bien podrían estar tomando unas cañas en la tasca de la esquina.
Un abrazo muy grande y agradecido, Lasosita, por este texto de colección.
REL
Me sigue gustando, faltaría más, tu forma y la forma de tu escritura. Me gustan esas frases cortas tras esos puntos en los que obligas a un descanso. Al menos a agachar la cabeza y pensar en lo terrible de lo leído y vivido...
Hasta pronto.
Tocas de lleno la impotencia, la crudeza, el miedo con sus mil disfraces...y mucho más.
"Alguna madre que hiló cariño a vuestros sueños"
...y esa pureza y dulzura que se oculta bajo algun uniforme...y el insonnio de mil madres.
Susi uuufff muy bueno!!!
Un abrazo.
tocas esa fibra sensible
que obliga a seguirte
hasta que pones el punto
final.
El de hoy sucede en
cualquier ciudad,
pero tu supiste darle
ese punto de vista
humano.
Excelente.
Biquiños
Despertó en mi muchas emociones.
Ojalá que aún haya niños que quieran crecer en la apuesta por la ilusión, los sueños y la paz.
Gracias, niña por tus palabras y por tus visitas a Tiflohomero.
Cuídate y, de corazón, feliz día.
Cuídate.
Biquiños.
Como siempre me atrapas con tus letras, una historia increíble, corazón.
Mis besos de admiración
Un beso MUYGRANDE :)
Saludos y un abrazo.
Saludos...
Aplausos, aplausos, aplausos,
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Aplausos, aplausos, aplausos,
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Aplausos, aplausos, aplausos...
Y un fuerte abrazo.
Desde lo de Caín y Abel que andamos a palos.
Saludos.
¡Eh! casi me olvido... me ha encantado
Ya estoy aquí, y como siempre me dejas con la palabra escondida, tienes un don cielo, Impresionante.
Mil besos cielo