Relato corto. No sientas!
Relato corto, para que no duela…
No sientas!!
“Soy cenizas cuando una vez fuera brasas,
Y el bardo que moraba en mi pecho ha muerto,
Lo que antes amé ahora apenas me llama…
Y mi corazón es gris, como mi pelo.”
Lord Byron,
“To the Countess of Blessington”
No sientas…
Cuando llevé a aquel sitio a mi pequeña, sólo estaba pendiente de tranquilizarla, de calmar su angustia con caricias presurosas, sensibles y maternales que ella se empeñaba en repeler azotando con manotazos su delirio, ordenándome callar para escuchar ella otras voces, de las cuales la mía no formaba parte.
Voces ajenas a mí.
La situación me vació la totalidad de mi pecho y mis tripas, mi corazón se secó y mi cerebro se convirtió en un amasijo de materia descolorida, color de cenizas. Me llené de niebla espesa, pesada, irreal y casi mortal por las imágenes que evocaba, que todavía hoy en día, me asaltan de repente, cuando algo acciona el mecanismo del que alzan el vuelo los recuerdos.
Ella...
“Soy cenizas cuando una vez fuera brasas,
Y el bardo que moraba en mi pecho ha muerto,
Lo que antes amé ahora apenas me llama…
Y mi corazón es gris, como mi pelo.”
Lord Byron,
“To the Countess of Blessington”
No sientas…
Cuando llevé a aquel sitio a mi pequeña, sólo estaba pendiente de tranquilizarla, de calmar su angustia con caricias presurosas, sensibles y maternales que ella se empeñaba en repeler azotando con manotazos su delirio, ordenándome callar para escuchar ella otras voces, de las cuales la mía no formaba parte.
Voces ajenas a mí.
La situación me vació la totalidad de mi pecho y mis tripas, mi corazón se secó y mi cerebro se convirtió en un amasijo de materia descolorida, color de cenizas. Me llené de niebla espesa, pesada, irreal y casi mortal por las imágenes que evocaba, que todavía hoy en día, me asaltan de repente, cuando algo acciona el mecanismo del que alzan el vuelo los recuerdos.
Ella...
Ella, pequeñita...
Ella en una cuna demasiado grande para su cuerpecito. Con chupete color rosa, dando sus inseguros primeros pasos por el pasillo, hacia mis manos, extendidas para acogerla, perennes en su distancia, incansables en su espera, colgadas de mi sonrisa. Ella, con su melena enmarañada de puro largo, enmarcando el cuadro que formaba con su preciosa carita...
Fue la niña más bonita; de todos los años que he vivido, de todos los lugares que he visitado, de todas las fotos que he visto, de todos los retratos que contemplé a lo largo del mundo, de toda la gente que he conocido, no he visto otra igual, ni siquiera semejante o comparable.
Ella en una cuna demasiado grande para su cuerpecito. Con chupete color rosa, dando sus inseguros primeros pasos por el pasillo, hacia mis manos, extendidas para acogerla, perennes en su distancia, incansables en su espera, colgadas de mi sonrisa. Ella, con su melena enmarañada de puro largo, enmarcando el cuadro que formaba con su preciosa carita...
Fue la niña más bonita; de todos los años que he vivido, de todos los lugares que he visitado, de todas las fotos que he visto, de todos los retratos que contemplé a lo largo del mundo, de toda la gente que he conocido, no he visto otra igual, ni siquiera semejante o comparable.
Un ángel no hubiese sido jamás pintado, inventado o soñado con semejante luz.
A partir de ese día, aciago, oscuro, sombreado y demoledor, nada volvió a ser igual, ni siquiera remotamente parecido. Todo dio vuelta, girando del revés.
Todo caótico, diferente, fragmentado, empapado por el duelo de esa hija que se marchó para siempre. El duelo y el dolor por lo que dejó roto dentro de mí; con tristeza infinita por el nacimiento de un ser extraño para sí mismo y para el resto del mundo.
Nacimiento de una nueva mujer que, recogiendo los trozos esparcidos, fragmentados, rotos, por diversas causas fueron dos. La que se quedó allí, en medio de la sala, y de la otra, parte suya que desaparecería para siempre con rotundidad del reino de los cuerdos.
Recogiendo pedazos desparramados en el suelo, mientras la llevaban, reduciéndola, inyectándola, acallado apenas sus gritos infernales… sería la que los reuniría tal como se recoge un miembro susceptible de ser injertado de nuevo, con todo el cariño posible a fin de volverse más dura, para reforzarse, para presentar batalla, dispuesta a afrontar la muerte de todo lo anterior conocido y el triste alumbrar de una nueva realidad.
Acorazando el corazón.
Blindando la piel.
Cuando llevé a mi hija pequeña al psiquiátrico, rodeada de tantas voces, que ignoraba la mía, deseé no sentir.
No siempre se puede pedir los deseos, puede que se nos concedan y el resultado sea más de lo que podamos soportar, como un peso infinito, un lastre que muta tu visión anterior y tus creencias anteriores, haciéndolo pasar por el tamiz de una duda eterna, por un cristal deformado a partir de ese instante.
Mas yo lo ansío.
No sintamos.
Comentarios
Feliz semana!!
Un beso grandote.
Otro besote!!
Besos y felicitaciones de tu maximo admirador
Me ha encantado; es complicado no sentir algo al leer tu relato, así que, con tu permiso, sentiré.
Un beso
Un abrazo bien grande !!!
Un saludo!
VICENTE: haré de tí un lector. Torres más altas que tu estatura han caído...
Un besazo alto!
Gracias y otro beso para tí!
MERCE: desde el comienzo de una vida inocente, hasta su muerte, a través de los años, pueden suceder muchas evoluciones. Unas para bien, otras... tristes...
Un abrazo, coloresypalabras!
Muchos besos Su.
pues no lo hagas sentir!!
"No siempre se puede pedir los deseos, puede que se nos concedan y el resultado sea más de lo que podamos soportar"
un beso!
PASAJERA+, es cierto, hay que tener cuidado con los deseos!
Un gracias a las dos !!