Día de Reyes (3)






Entre los asientos, no caía ni una sola palabra. Los niños callaban ante la tensión que había entre nuestros dos asientos delanteros. Me culpaba a mí mismo de romper la armonía que debería existir aquella mañana. Bueno, por algo no tuve regalo…

Seguía evadiéndome, pensando en la situación presente.
El comprador tenía apariencia de cualquier otro. Nada destacable. Tan pronto como las puertas correderas le dejaron pasar, dejé el ordenador de mi mesa, surcando en solitario páginas de refugios románticos donde colocar una sonrisa a mi estatua consentida. Era de mediana edad. Igual que la nuestra, ahora. Es curioso, yo lo ví como un “señor”, alguien mayor y casi viejo, lo que absoluto me siento ahora mismo, teniéndote a mi lado, con tu bronceada piel y este sabor a nosotros, desnudos los dos en otro diferente seis de Enero.

¡Me encanta como me sonríes! Continúo contando para que sepas todas las historias que han formado este bagaje que te entrego cada vez que me acerco a ti.

Bien, su sencillez era correcta. Ningún rasgo de ostentación fuera de lugar. Alguien que sabía lo que quería, tanto en su imagen, como en el resto de sus decisiones.
Un apretón de manos firme y seguro. Un saludo con una mirada directa a los ojos. Esto comenzaba bien para este vendedor…


Por vez primera, no me puse nervioso, y vinieron a mi mente todas las premisas del “Manual del Método de Ventas”. Actué con el mayor rigor que mi memoria me permitió. Me divertía hacerlo, distanciándome del momento real y actuando según un guión impuesto. Tal que un actor con una puesta en escena.
Cosas muy obvias y otras demasiado absurdas. No dudó en el modelo, el color, el tapizado. Ni aceptar la sugerencia de probarlo. Así lo hicimos y se dio por satisfecho a los pocos kilómetros. Iba a ser una venta fácil.

Tan fácil que comencé a recelar.

¿Sería un “cliente fantasma”, ésos que las marcas mandan para examinar las actitudes y aptitudes de los vendedores a su cargo y de los distintos concesionarios que los representan? O era eso, o aquel señor había visitado algún otro establecimiento antes de venir hasta mis dominios comerciales.

El secreto de esta venta, vendría luego.
Claro, en todo contrato hay letra pequeña… Tomó asiento para ultimar los detalles, antes de hablar de cosas para las que yo estaba preparado, me confesó que lo verdaderamente importante para él era la entrega.
- Bueno, comencé a decir -se efectuaría en un par de meses, un plazo mínimo para que el modelo llegase de fábrica y…
-No. No – me cortó.

- Yo quiero que ese coche esté en mi casa, la mañana misma del Día de Reyes.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Me gustan tus relatos... le has dado fin o sabremos algo mas?
Yo la mañana de Reyes también querria algo!!!
Portate bien...
Miles de besos mágicos.
Cesc Sales ha dicho que…
Muchas veces la "letra pequeña", los pequeños detalles són los más importantes. Los que nos sirven de motor para la mayoria de cosas de nuestra vida!!!
Susi DelaTorre ha dicho que…
Lobito, tiene un final, claro que sí!!
Y seguro que tendrás lo que deseas, porque quién podrá negarse!!

Besos de ésos...

Lo de portarme bien... lo intentaré con ahínco.
Susi DelaTorre ha dicho que…
Cesc, sí, creo que son las menudencias las mayores fuentes de felicidad y satisfacción. Eso que recordaremos y en lo que nos recrearemos para seguir soñando.

Pero a veces, ... nos olvidamos.

Un abrazo grande!

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