Tengo el estómago atosigado
por un malestar incómodo. Los jugos gástricos corroen y acidifican fluidos,
cultivados en los yogures biológicos que Fonso almacena hasta que caducan,
igual que el resto de mis caprichos. Los compra para mí que soy su consentida y
consentidora. Debería tomar un potente antiácido, lleno de medicamento reparador
de vientres internos. A escondidas me administro cosas peores. Ya qué más da.
La mayoría de los deseos satisfechos, mueren por rebosamiento.
Mi estómago habla y cruje,
gruñe y se voltea llevado por la fuerza que sobre él ejercen los nervios esplénicos,
esto lo sé porque aunque Fonso cree que hago solitarios en el ordenador, compro
lujosos trapitos de diseño por internet, o reservo sitio en balnearios donde te
untan de chocolate adelgazante mientras te administran por vía interna bombones
para que el negocio no decaiga, en realidad busco informaciones más prácticas.
Lo engaño a sabiendas de que es creíble; me educaron para eso precisamente,
rimar rímeles y no sonetos.
Fonso no es mala gente. Me
trata bien, vista la fauna que se sucede por este pulido y abrillantado salón; eterno
limpio sobre limpio. Qué irónica, socarrona, cínica o despechada soy. Hablar de
limpieza en este lugar, en esta vida, es un guiño al buen orden universal. Obsesiva
la manía quitamanchas de su dueño, al igual que la exigencia de que conserve la
belleza que todavía desea ver. Por el contrario, está ciego ante el desánimo
que me ocupa. Mantenimiento despiadado y desgarrador. A él le sirve en su
ocupación. Su oficio no es el más habitual, respetuoso o digno de publicar a
viva voz en medio de una fiesta benéfica, pero lo ejecuta bien y eso es una
premisa importante. Higiénica actuación sobre higiénico objetivo. Todo el mundo
debería aspirar a la impecabilidad profesional. Yo la alcanzo. Así soy.
Mujer experta, cualificada
para el empeño que me ocupa. Conocedora y autodidacta de sí misma. Vigilante
eterna del tono de voz en momentos adecuados, del tacto preciso, de la caída de
pestañas correcta. Conveniente como bolso de mano, como ordenador de a bordo,
complemento perfecto de reuniones inclasificables. Espía incombustible de mí misma.
Buena retribución consigo por ello. El mantenimiento está libre de costo. Mi
nómina es dinero negro que gastado por mis manos, se blanquea al igual que la lejía
limpia de pecados la bañera de los crímenes recientes. Disciplinada y
constante. Perfeccionista y sacrificada. Inteligente para no adquirir
adicciones que versionen degradaciones de mi imagen, ni muestren otra mujer a quien
no deseo parecerme. Este saber estar, obliga de un mantenimiento interno del
que me ocupo y externo, del que permito me ocupen. No existen borborigmos
audibles en mi actuación diaria. Fascino porque poseo esa mezcla de
enigmático misterio que sustituyo después por erotismo combativo. La belleza
tiene desde tiempo inmemoriales, un valor económico. Los hombres me exhiben aún
sin querer mostrarme a los ojos de los demás. He pasado más tiempo en una
camilla de masajes, tomando dulces cócteles en piscinas climatizadas, sudando
toxinas en la sauna o estudiando mis propios movimientos frente a un espejo,
que durmiendo, pasando enfermedades o dejándome amar por hombres desechables. Hasta
que llegó Fonso.
Sé que no es amor, pero se
parece tanto...
Mi piel es elástica, suave, llena de grosor
celular sano que haría las delicias del tacto de quién se acerque con intención
de estimular su centro de sueños. Hasta el peor criminal necesita soñar o
soñarse buena persona. Me convierto en la toalla que se empapa de la furiosa
amargura ante la vida, para dejarla cálidamente almidonada. Manicuras en las
heridas, para disimular. Pero nada es casual, repite él aún sin estar
presente, y contornea mi figura con la yema de sus dedos. “Linda…linda…linda…”
musita mientras me recorre sin prisas desde la punta de un mechón de cabello
hasta más debajo de la rodilla, a donde se abrazó el primer día para luego
comprar mi permanencia. Sus manos sirven para múltiples actos, de diferentes
naturalezas: dar vida a mi placer y desposeer del hálito vital al contrario que
se delata. Lo exponen sus fríos ojos y sus grandes manos; actúan implacables
ante el enemigo. Desvelar el armamento demuestra honesta sinceridad ante los que
te miran. La victoria con reconocimiento en mayúsculas. Los matones que se
pasean tras de mí, delante y a los lados, la ocultan bajo la chaqueta; yo la
adelanto a cada paso. Mi pasado de muñeca compartida pervive en ocasiones, reconvertido
en un estilo de geisha con exclusividad para su dueño.
El retortijar parlante de
mi saco alimenticio, sucede por otra cuestión. Entre los años que resisto este
lujo, al borde siempre del peligro sin detenerme a sopesar en que pudiera
revolverse, Fonso ha tenido otras muchas mujeres. Sé el lugar que ocupo entre
el desfile de féminas carroñeras. Mujeres en plural. Nada singulares, ni raras,
ni especiales, ni amenazadoras para mí, ni amistosas ni con capacidad de
volverse cómplices. Simples mujeres en anatomías femeninas. De todas las
clases, formas y colores. Con voces dulces o chirriantes, con lenguajes
cuidados o soeces. Con accesorios amatorios adecuados o inadecuados, con besos
incluso en los que he intervenido. Agradar al amo es tan fácil para mí como
desconectar el botón de apagado de cualquier electrodoméstico. He escogido ser
autómata en catres compartidos, pues es habitual y los costosos negocios, se
desarrollan a ritmo de orgía si se ejecutan con fluidez. Con el sonido de fondo
que producen los hielos, banda sonora cristalina. No olvido quién mantiene este
paraíso de brillantez dorada. Gastroresistente he sido hasta que pronuncio
estas palabras. Ningún ácido delito del que fuera conocedora provocó úlcera alguna
en mi pared interna. Es gracias a los ansiolíticos que respiro, caprichosa y
mimada gata, me digo, antaño callejera. Me niego a verlo como jaula o cárcel.
Mi libertad está bien escondida para ejercerla sin que nadie repare en ello.
Una decisión personal calculada y fría, incluso viscosa.
El espejo hoy me ha
devuelto una juventud que va descubriéndose en tono crepuscular, prometiendo
quedarse durante una larga temporada en nuevos rictus nasolabiales y ojerosos. Sirven
todavía los tratamientos botulínicos con precios asumibles, tapados con toda
delicadeza. La duda nace y la afirmación solloza duelos en el pecho. Mi dueño
consentido y consentidor ha mudado su tiempo de ocio amatorio por un nuevo
juguete, lleno de vida en energías juveniles, aunque debería tener literatura
en forma de prospecto e indicación de uso y disfrute. Increíble la nueva chica
con su alta capacidad sinusítica. Nos traerá problemas. Lo sé, lo he visto en
otros siliconados regalos desenvueltos en esta enorme casa. Una mujer con el
tabique nasal deteriorado es igual que una mujer encelada y rabiosa. Nada digo,
a no ser que él pregunte mi parecer. Me palpo el vientre sobre la ajustadísima
falda, pequeño, duro, testarudo, activo partícipe de mis caderas. Parece que mi
nivel en este hábitat mudará enseguida; también, por desgracia lo comprobé
cuando yo misma desbanqué a la antigua amante que se vio relegada al
protagonismo que ninguna de nosotras desea.
Recuerdo que la conocí ya
muerta, rellena como un pavo de navidad. Un fallo, dijeron. Algo así como un
nudo que se rompe, o un inesperado e infalible jugo clorhídrico.
Es cierto que viajar me
encanta. Lo repito y me lo creo. También es verdad que él me ha llevado a casi
todos los lugares del mundo, aunque el tema cultural le cupiera en la uña del dedo
meñique, dándome más hambre que saciedad. No podía ser todo tan perfecto, un
hombre de negocios es un hombre de negocios, no un filósofo intelectual que
ejerza riendas sobre el conocimiento.
Así que no me cogerá por
sorpresa su propuesta. El germen en su cerebro fue arcaizándose hasta formarse
pétrea decisión. Tal vez su último entretenimiento le ayudara bajo el disfraz
de la conversación intrascendente en apariencia. Me citará al despacho, por
cierto, decorado por mí. La excusa será que tenemos que hablar, que ya es por
sí, una frase que acompaña a los peores momentos de una relación, sea cual
fuere su razón de existir. Ahora mismo, la suya está obnubilada en el
movimiento en tijera. Otros separadores y acogedores muslos.
Existen propuestas que no
deberían existir. Existen órdenes que no debieran producirse. Existen tratos
justos e injustos. Mi turno ha llegado. Supongo justicia.
Decía que me gusta viajar,
es más, diría que vivo para ese momento, el que me permite llegar a un camino,
recorrerlo y posarme en el destino elegido con la alegría contenida de quién se
ha situado siempre allí. Nunca soy turista ni visitante, sino mimética al
empaparme con el paisaje.
Claro que llevar bolas de
droga en el intestino e incluso más allá del estómago, sí que transforma un viaje;
puede ser una circunstancia incómoda para respirar desde el abdomen, como indican
los buenos consejos de gurús del bienestar y el espiritualismo. Eso sí, seré la
mulera más hermosa, culta y con la piel más cuidada del mundo. Ya sea sin
cárcel o con vida. El acomodo está en consentir
desde siempre, que constituya el margen de la responsabilidad adquirida. Menos
mal que me encanta viajar.
Envuelves las historias de una forma tan elegante, tan absorbente que cuando nos llevas al final nos quedamos embobados, boquiabiertos y "ojipláticos"... ¡¡qué cosas se te ocurren!! (afortunadamente, claro)
Después del día escribiendo código, y perdido entre los controles, variables y errores, entra un recuerdo y me pregunto, ¿que estarás haciendo? Leo arrastrado por tu voz en un lodo espeso sin fondo, de cosas que no entiendo, o no quiero entender, que me engulle lento hacia el estrecho nudo sin nombre del reloj de arena.
Hola Susi buen relato un texto magnifico ... historias de la vida...que suceden muchas veces por las circunstancias que envuelven a las personas y a las mujeres más por ser mujeres lo tienen más difícil el caminar por la vida al borde del precipicio muchas veces se asoman para sobrevivir o crucificarse en sus vidas.
Siento tardar en comentar este texto. Esta vez, créeme, llego tarde por mi despiste, que no desmemoria. Pensaba que ya había disfrutado de este relato, pensaba que, incluso, podía habértelo comentado nace tiempo, pero como el destino está escrito y los relatos están cargados de pasado, ahora, con mi presente me presento ante tu texto, o algo así.
Me ha gustado, como siempre. Tus personajes viajan solos al encuentro de nuestras emociones, de nuestros sentimientos, de los miedos que nos acosan, de los castigos a los que nos somete el no saber qué va a ser de nosotros cuando nos sumergimos en tus relatos. Pero, también como sucede siempre, encontramos la salida que nos permite reflexionar sobre lo leído, y jugar a pensar qué sería de nosotros sin tus escrituras, sin tu danza con las letras.
Otro tema que no necesita una renovación: la atmósfera que creas es única, cíclica, no das respiro, y tus textos, sin embargo, mira tú que ambivalencia, son los aires que necesitamos para elevarnos, para respirarnos.
Y otro tema, para ir cerrando este comentario, es la foto con la que nos anuncias lo que se nos viene encima. Me he quedado ahí, durante un rato, limpiando las heridas a tu crucificada, o crucificándome por ella, o ayudándola a descender de ese cielo de madera y martirio. Así que gracias por tus aciertos retóricos y por ese punto de mirada tan acertado…
Un abrazo, Susi, y gracias por este texto y sus imágenes…
Comentarios
Me gustó como siempre... O quizás un poquito más.
Besos.
Te paso el enlace por si te interesa:
http://www.tengomilibro.blogspot.com
abrazos :)
Saludos y buena tarde de domingo.
Leo arrastrado por tu voz en un lodo espeso sin fondo, de cosas que no entiendo, o no quiero entender, que me engulle lento hacia el estrecho nudo sin nombre del reloj de arena.
Un beso cielo
Me lo repetiré para que cale hondo!
Un beso grande hadita!
Un abrazo de MA.
El blog de MA.
Me ha gustado, como siempre. Tus personajes viajan solos al encuentro de nuestras emociones, de nuestros sentimientos, de los miedos que nos acosan, de los castigos a los que nos somete el no saber qué va a ser de nosotros cuando nos sumergimos en tus relatos. Pero, también como sucede siempre, encontramos la salida que nos permite reflexionar sobre lo leído, y jugar a pensar qué sería de nosotros sin tus escrituras, sin tu danza con las letras.
Otro tema que no necesita una renovación: la atmósfera que creas es única, cíclica, no das respiro, y tus textos, sin embargo, mira tú que ambivalencia, son los aires que necesitamos para elevarnos, para respirarnos.
Y otro tema, para ir cerrando este comentario, es la foto con la que nos anuncias lo que se nos viene encima. Me he quedado ahí, durante un rato, limpiando las heridas a tu crucificada, o crucificándome por ella, o ayudándola a descender de ese cielo de madera y martirio. Así que gracias por tus aciertos retóricos y por ese punto de mirada tan acertado…
Un abrazo, Susi, y gracias por este texto y sus imágenes…
Mario
GASTRORRESISTENTE
Jordi P.
(Tal vez... la intención, pudo más...)