Sherezade enfebrecida.

Sherezade se pierde en su interior. Se olvida del tapiz que sujeta sus pies desnudos a la realidad del mundo que ha conocido hasta el momento. Los velos, tan pálidos ante la luz, revolotean a su alrededor como advertencias o promesas, adivinanzas consumadas. En las palmas de sus manos, dibujados zigzagueantes con intensa henna, suceden los ocasos, los crepúsculos, los amaneceres. Todas las imágenes del mundo y su cielo en letras, en frases hiladas, en sonidos de comienzos de juglares, en fines de poetas. Construcciones trovadoras en trazos gruesos. Danzantes grafías entre sus vestiduras, entre los pliegues escondidos de la luz, entre sus ideas. Empedrados caminos hacia la imaginación de los cuentacuentos. Miles de hipnóticas leyendas surgen entre los dedos, deshaciendo el tacto de sus yemas, transformando sus huellas digitales en impresiones de signos cabalísticos y fragmentos de relatos que encajarán de cualquier forma que su voluntad decida ordenarlas. Cada letra posee el poder ardiente de un puchero que hierve. Se pegan a sus cabellos, inflamando sin consumirse jamás, muy al contrario, originan más y más poemas, más y más imaginaciones escritas. Tiene la certeza que el calor la matará antes de que logre ordenar el remolino de caracteres, desde que el bebedizo se adueñara de su piel. Había apurado el pomo azulado del líquido que ahora tenía formando lenguas de fuego que la consumían de dentro hacia fuera. Quisiera volar, abandonándose en la brisa que tamiza en oro la creciente mañana. Dorados nebulosos que destellean más allá de sus pupilas. En el viento, que se retuerce y vuela travieso. Casi puede sentir el poder del aire en su cara, susurrante en jirones de vidas relatadas, refrescando la frente que empaña una fiebre intensa desde hace unas horas. La vendedora del embrujo no la había advertido lo suficiente del efecto que transformaría su cuerpo en el de una Hechicera de las Letras, olvidando su pasado de tartamudez de muchacha insegura y tímida. Cierra los párpados sintiendo una quemazón intensa desde el interior y la línea de sus pestañas dibuja una remarcada curva, la más sensual de los trazos que conforman su rostro… Sus labios se secan, se inflaman, llagan y cuartean. El rojo parece que estalla en el segundo siguiente. La garganta siente todo el dolor de quien ha tragado amargos granos de alguna pócima con fines perversos. De un veneno más que de un elixir. Ingiriendo lava no sentiría menos ardor. Las oleadas son reflejo de los latidos, llenos de vida, de dolor, de posesión henchida de un cuerpo que ya apenas reconoce. Olvida el fin de su transformación. Teme reencarnarse en papiro, en pergamino, en manuscrito ancestral. En molde de iluminador. Redondas gotas de lluvia sudorosa perlan su frente, semejando lágrimas producto de pensamientos que la desasosiegan. La calentura de su cuerpo le hace creerse una pira, un fuego, una antorcha, un sol que se muerde a sí mismo en una orgía, una hoguera cáustica e imparable que urge atenuar, proclive de creerse animal devorador, luchando para agrandarse y expandirse en su dermis transformándola en un momento álgido, en grisáceas cenizas. No sabe si renacerá con la forma en la que ahora se encuentra…
Aquella pócima… que le daría el poder de no caer de la vida, quizás fuese un error. Quizás la muerte significaría un descanso, un intermedio a la lucha por vivir, por vivirlo a Él, por compartir un pedazo de su camino.
“Shariar… mi Shariar…” pronuncia con labios en quemazón, ojos húmedos
; cuerpo violento. Todos los mensajes del mundo viven en su alma, pugnando por salir a borbotones, igual que un mar incontrolable.
A Sherezade sudorosa le falta el aire en sus pulmones. No sirven para regular su temperatura. Se deja caer entre almohadones. Ellos la acogen, encontrando su cuerpo un descanso a tanto incendio.
En su boca siente, cenicienta, tactos sin sentir…
Miles de Letras que vivirán en ella para siempre.
Aquella pócima… que le daría el poder de no caer de la vida, quizás fuese un error. Quizás la muerte significaría un descanso, un intermedio a la lucha por vivir, por vivirlo a Él, por compartir un pedazo de su camino.
“Shariar… mi Shariar…” pronuncia con labios en quemazón, ojos húmedos
; cuerpo violento. Todos los mensajes del mundo viven en su alma, pugnando por salir a borbotones, igual que un mar incontrolable.
A Sherezade sudorosa le falta el aire en sus pulmones. No sirven para regular su temperatura. Se deja caer entre almohadones. Ellos la acogen, encontrando su cuerpo un descanso a tanto incendio.
En su boca siente, cenicienta, tactos sin sentir…
Miles de Letras que vivirán en ella para siempre.
Comentarios
Miles de sensaciones en la piel de Sherezada... que, por un momento, fui yo.
Un besazo
Muy bueno.
Besos
Bicos Susi, es espectacular.
ELEN,
gracias por hacerlo con ella!!
MARISA, a veces creemos que alguna situación no la soportaremos. Luego nos damos cuenta, de que, en realidad, es que estamos deseando soportarla!!
Un abrazo de los nuestros!
PALADIN; seguro que Shariar podría llegar a sentir lo mismo, si se diera el caso...
Un abrazo nada ensombrecido!!
con calma.
Gracias Susi por echarme de menos...espero estar en la próxima.
Un besazo.
“Quizás la muerte significaría un descanso, un intermedio a la lucha por vivir….”
… has provocado un stand by
muchos besos!!!
Y tú, PASAJERA+ siempre tan tierna, tan... empática...un abrazo enorme!!
Gracias a las dos por seguir leyéndome...
AGUA,no lo había pensado,pero sí, como un orgasmo ;)
Besos para vosotros y gracias!
Un saludo.
Un abrazo grande!
Gracias.
Tus palabras, LEOLA, son estimulantes y magníficas para animarme a seguir escribiendo.
Nos vemos en unos días!
Besos!!
Abrazzzusss...
Josh
TE ENVIDIO Y AL MISMO TIEMPO ME SIENTO ORGULLOSO DE LO QUE HACES.
BICOS
Gracias por aceptar mi invitación y espero que haya muchas más...
Regresa cuando quieras!! Muaks, Josh!!
...VICENZO...genial tú, que cuentas con mi admiración;
mi Gran Hechicero, orgullosa yo, de contar contigo!!
Un gran abrazo!!
Nos transportas a otros mundos...otras épocas...