Música en la piel.

Recuerdo.
Recuerdo que fui guitarra. Mi cuerpo fue acariciado arrancando gemidos sin partitura.
Recuerdo que fui arpa. Mi piel fue pulsada como la luz teje el color.
Recuerdo que fui acordeón. Mis manos intentaron, abandonándose, arquearse bajo el hueco de su mirada.
Recuerdo que fui violín entre sus dedos, elevándome sobre el viento.
Melodía. Concierto.
Recuerdo que oí el sostenido murmullo que traen los agudos de los acordes eléctricos. Sentí.
(Notas derramadas entre sábanas)

Entrecrucé mis pestañas. La luz se empeñaba en entrar en mi cerebro.
Me negué. No podría resistir dejar estas sensaciones. Todavía tenía la huella que su cuerpo había dejado en el mío. Rodamos uno sobre el otro.
Palpé el vacío.
Suspiré hondo. Me abracé y tomé fuerzas para apartar el interior de nuestro refugio. (Sus labios)
Ante el espejo, me atreví a detenerme en mi cuerpo, desnudo todavía. Estaba en mí. En cada poro. En cada lunar. En cada camino.

Estaba en mí, yo vestida de él.


Había escuchado su voz, susurrándome en la línea de mi cuello, allí donde se diluyen las voluntades. En algún momento, su mano tapó mi boca, acallando lo que mi cuerpo gritaba. Firmeza y ternura.
El aliento continuaba besándome.

Llevada por los torbellinos que nos hacen caer en los precipicios, marqué su número. Estaba en mi memoria, una sola vez.
Jamás había llamado.
Jamás me habría atrevido.
Jamás, hasta este instante. (El precipicio)

Un tono. Dos. (Necesidad, ansia) Suena.

- ¿Sí? ¿quién?

Su voz. La llevaba yo misma, líquida en la mirada.

Tomo aire. Un breve segundo. Nunca me ha escuchado. No sabe quién soy. Una desconocida que llama. Recorro la distancia en la inconsciencia.

- Esta noche, he soñado contigo…

Y colgué.